Parches en el ojo.
Cuando entré al jardín, recuerdo aun el primer día, me asuste de sobremanera al ver a una niña con lentes y un parche cubría uno de sus ojos. Era un parche blanco, no como él había visto antes usar al capitán Hook o al conductor de informe especial. Recuerdo que me asusté y como era un niño de Kinder no dude en expresar mi temor y tomar distancia. Siempre he tenido la sensación de que ella se dio cuenta. Me da pena pensarlo. A lo mejor era tema.
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Cuando vi por primera vez la serie Los 80s había dos personajes cuyo rol era en cierta forma agregarle ternura a la epoca en que Chile sufría violencia política, con consecuencia de una gran cantidad de personas que fueron desaparecidas a manos de las centrales de inteligencia.
Esos personajes eran el carismático hijo de los Herrera, Félix y a modo de contraste un tímido y estudioso hijo de madre soltera llamado Bruno. El tenía el mismo parche que mi compañera de Kinder. No se si en la serie lo explican, pero luego supe que eso se llamaba estrabismo y el parche era un tratamiento.
Nunca más he vuelto a ver niños con estrabismo. No se si ese tratamiento aun existe.
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Una vez leí o vi en un video de Youtube, no sé, que los piratas no usaban parches en el ojo porque fueran tuertos, sino que les permitía acostumbrar su vista en menor tiempo a ese encandilamiento natural que sentimos al apagar de golpe la luz. Ese que nos impide ver durante unos segundos, que si estás entrando en la bodega de un barco recién abordado te podrían costar la vida.
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En la saga de Metal Gear el personaje de Solid Snake tiene un parche en el ojo izquierdo, mientras que su “padre” Big Boss lo usa en el derecho. El personaje de Solid Snake está inspirado en el protagonista de la película de John Carpenter Escape from New York, la cual a diferencia del juego si terminé. El sigilo no es lo mio. Por eso escribo así.
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Cuando vi por primera vez a Gabriela Wiener fue en una lectura que realizó en Filsa de una crónica en la que, entre otras cosas contaba, que su padre era infiel y que para no ser descubierto utilizaba un parche en el ojo, como si eso lo convirtiera en un alter ego o una especie de villano.
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Siempre me han llamado la atención las figuras culturales que usan un parche en el ojo, por eso la primera vez que vi la portada del libro Conversaciones con James Joyce de Arthur Power que editó UDP me obsesioné con la idea de leer a Joyce.
Esa noche encontré un audiolibro de Dublineses que escuche con dedicación que dosifique en un par de días. El libro no me gustó tanto. Quizás porque en esa época Joyce no usaba parche.
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En Kill Bill II hay un personaje apodado Black Mamba, igual que Kobe Bryant,que lucha en un par de oportunidades contra la protagonista y que tiene un parche en el ojo. Hay una escena en que ella en que ella intenta asesinar a la protagonista mientras se encuentra en coma en el hospital, por lo que se infiltra en este vestida de enfermera y cambia su tradicional parche negro por uno blanco con el logo de la cruz roja.
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La primera vez que alguien me dijo gordo de manera tal que lo percibiera como un ataque fue una vez en que cuando niño mi mamá me llevó a un doctor que atendía en el Hospital Militar que quedaba en Los Leones, donde murió Pinochet y fue por esa época.
Recuerdo que ese doctor muy molesto me midió el abdomen con una gran pinza como de caricaturas y dijo algo así como “Señora, su hijo está obeso”.
Él había dejado de hablarme a mi porque desde que había entrado a su consulta y había notado que tenía un parche en el ojo y no había dejado de preguntarle que le había pasado. Recuerdo su expresión de silencio y su molestia. Yo seguía pidiendo que me contara pese a que mi mamá me pidiera que me callara a codazos.
No me contó.
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Hay un video llamado 2 minutes Silence, que fue un single de dos minutos consecutivos en silencio, lanzado en Inglaterra como campaña de caridad para las familias de víctimas de la guerra. En el video aparecen Thom Yorke, Mark Ronson y un ojo cercenado, entre otros.
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Siempre que pienso en Santiago Pavlovic recuerdo que cuando niño pensaba que su parche era un disfraz, era para verse más duro mientras recorría micrófono en mano la bombardeada Afganistán del 2000. Una vez vi una entrevista en que contaba cómo había perdido el ojo. Decía que había sido un accidente jugando de niño con su hermano usando arcos y flechas. Contaba también que cuando volvió del hospital sus padres no lo abrazaron. Ni siquiera tocaron el tema y eso fue tan doloroso como el flechazo. Ese silencio, que se rompió solo cuando su padre fue a verlo dormir y susurro desde la puerta “Que trago amargo”. Eso y nada más.
Cuando cuento esta historia nadie me cree. Dicen que la debo estar inventando. ¿Quién podría inventar una cosa así?.
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Siempre que me preguntan cuál es la mejor época de Bowie respondo la de Ziggy Stardust. Pese a que he tratado de autoimponerme que el mejor disco es Low y los demás de la trilogía de Berlín no puedo resistir a la cautivante imagen del Bowie Glam usando un parche en el ojo en el video de Rebel Rebel. Hasta hace poco pensé que se trataba de un accesorio excéntrico, me se hacía sentido pensando en el Bowie final, un profeta ciego que vimos en sus últimos vídeos antes de morir. Pero la verdad es que David lo usó por necesidad, luego de que antes de asistir a una premiación uno de sus ojos no dejase de llorar. Que eso se haya convertido en un icono cultural hasta ocupar la portada del último libro de Simon Reynolds es algo meramente casual. De hecho Bowie no quería usar el parche porque creía que haría a todos desviar su atención del resto de su atuendo. Y así fue, o al menos eso me pasó a mí.
Algo similar pasa con el video You Spin me Round de Dead or Alive donde vemos a Pete Burns cantar y bailar intercalando el uso del parche. Como burlándose de quienes creímos por un minuto que pudiese haber perdido un ojo. Como cuando Pinochet baja en silla de ruedas de un avión que lo trae de regreso de Inglaterra luego de huir de ser juzgado para luego ponerse de pie frente a todos y dar un abrazo a quienes lo esperaban en el aeropuerto. Pero a diferencia de Pinochet, Burns si había necesitado el apoyo técnico del parche luego de ser llamado a Top Of the Pops en medio del post operatorio de una horrible operación a la nariz su tabique se desviara a un costado.
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Quizás lo intrigante de los parches es pensar la ausencia de ese ojo, pensar que espacio ocupa ahora. Como cuando le das a mano a alguien que ha perdido un dedo y sientes la presión de la falange en tu piel desde la ausencia. Como en la canción Eyes Without a Face de Billy Idol en que canta a la distancia emocional que hace el rostro de su amante disolverse, dejando solo los ojos. Esa imagen me recuerda a Lucía de Siracusa, una mártir cristiana y patrona de la vista, de ahí el nombre Lucia. De la luz. Quien cuenta la historia fue condenada a ser violada en un prostibulo por ser cristiana, para quitarle la santidad a esta niña que vaticinaba su propia canonización, pero que pese a someterla a toda clase de torturas no podían sacar del lugar en que se le juzgaba para que se cumpliese su condena, ya que se encontraba estoica, rígida e inamovible. Muchas historias giran en torno a porque es la patrona de la vista, pero si uno tomara un poco de cada una de ellas obtendremos un relato de este tipo. Lucía juró ante Dios llevar una vida de castidad por lo que al notar que la belleza de sus ojos obsesionaba a uno de sus pretendientes, ella decídio arrancarselos y entregarlos de regalo. La historia cuenta que pese a esto Lucia aun sin ojos podía ver. Por eso se le suele representar cargando sus ojos sin cara sobre un plato y quienes le veneran, por lo general los ciegos, entregan en su conmemoración ojos de oro y plata como regalos.
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Tengo los ojos verdes como el 3% de la población mundial. Un amigo siempre me recalca esa estadística.
Chile es un país tan clasista que desde que desde tengo memoría la gente, sobre todo las personas mayores mujeres, me han dicho “que bonitos sus ojos, ¿Me los dá?”. Al principio esto me daba mucha vergüenza. Ahora me genera una silenciosa apatía. Además tuve la condena de crecer en una zona rural, donde esto era más una rareza. Era casi como si fuera “La mujer Afgana” que fotografió Steve McCurry. Esa fotografía le valió un Pulitzer. Siempre que la veo pienso, solo es una persona de ojos verdes.
Creo que probablemente quien se acomplejó más por esta situación fue mi hermana mayor. La única con ojos café de los tres hermanos. Siempre que nos veían juntos de niños ella recibia comentarios del tipo “Pucha y usted no salió con los ojitos lindos”. A modo de defensa mi hermana comenzó a inventar y decir con seguridad que sus ojos no eran cafés, sino color miel. Color “mielda” le decia yo a modo de burla.
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Este año Bad Bunny lanzó una canción junto a Bomba Estéreo llamada “Ojitos lindos”. El coro dice: Y solo mírame/ Con esos ojito' lindo'/ Que, con eso, yo estoy bien.
En mi experiencia, en acotado historial amoroso que cargo, siempre que una mujer ha elogiado mis ojos luego me ha deseado de manera superficial, esto encaminado solo a la búsqueda de lo sexual como si se tratase de una erotización del croma verde.
Contra todo pronóstico desarrolle una importante histeria masculina que fascina a mi psicoanalista. Por lo que mi conclusión ante esta situación es que nadie que elogie mis ojos me querrá de verdad.
De hecho, la única mujer que me ha amado una vez le comentó a una amiga suya en una librería, sin saber que yo escuchaba, que no le gustaban los ojos verdes, sino que prefería definitivamente los color café.
Como buen histérico caí en contradicción frente a lo recientemente planteado y sentí una profunda inseguridad. Luego de tantos años que estuvimos juntos, esa inseguridad se volvió un alivio. Fui más que Aquellos ojos verdes a los que cantó Nat King Cole o los Green eyes de los aburridisimos Coldplay.
Hoy suelo decir, a modo de broma, a la próxima que me diga “que bonitos sus ojos, ¿Me los dá?” le daré en el gusto. Tomaré una cuchara y me los arrancaré como Edipo neurotizando el destino, para regalarselos en una bandeja de plata.
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En 2012 Lina Meruane publicó su novela Sangre en el Ojo, en ella hay una escena que me fascina en que se erotiza un globo ocular, que ante la ceguera temporal de la protagonista, deviene en objeto de deseo.
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En Historia del Ojo, Georges Bataille llamá a este la golosina caníbal, el único integrante del cuerpo que operaría de forma salvaje, aquel que no pudo ser domesticado.
En la novela una de las protagonistas introduce un globo ocular su vagina y esta pasa a ser ojo.
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El incomprensible Jacques Lacan definió, pensando el los ojos, una nueva pulsión denominada escópica que operaría en dos sentidos. El deseo de mirar y el de ser mirado.
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En la película El Hombre Invisible, basada en la novela de H.G, Wells un prestigioso científico al ser inmune al ojo ajeno se desprende de toda represión volviéndose salvaje. Freud plantea en el malestar en la cultura que la construcción del superyó, el no dar curso libre al deseo para poder vivir en sociedad, es una fuente de constante sufrimiento. El no ser visto permite el despliegue total del salvaje Yo. Alejandro Sanz lo explicó muy bien cuando dijo: “Cuando nadie me ve no me limita la piel /Cuando nadie me ve, puedo ser o no ser”.
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Quemame los ojos si es preciso vida dice un popular bolero.
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En 2019 la policía hirió a cientos de manifestantes chilenos causandoles lesiones oculares luego de dispararles balines de goma y plomo. Chile se ha llenado de parches. No hay metáfora al respecto.
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