Space Jam Una Nueva Era o: Del Cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar al algoritmo

 



No tan rápido viejo. No pueden hacernos esclavos. Eso sería malo, deben permitir que podamos defendernos

Bugs Bunny en Space Jam El juego del Siglo.




1.- Raza, Capital y otras historias animadas de Ayer y Hoy


La verdad es que no recuerdo si la primera película de Space Jam la vi en un cine o un sábado en la mañana en formato VHS. La fecha de estreno no me permite intuir nada. La película protagonizada por Jordan y los Looney Tunes se estrenó en 1996, cuando yo tenía tan solo tres años, por ende queda a criterio de mis padres el haberme llevado en un viaje de Melipilla a Santiago con ese fin. Cosa que sí recuerdo hicieron para el estreno de la película de Hércules exactamente un año después.


Otro recuerdo de fácil acceso a mi memoria es que mi mamá me compró merchandising de la primera película. Recuerdo tener una figura de juguete de Michael Jordan y dormir entre unas sábanas que tenían estampados al equipo de los villanos, los Monstars, las cuales hoy tienen sospechoso parecido con las mascotas del Banco BCI, que luego mutaban en fornidos y amenazantes alienígenas antropomorfos, los cuales flameaban como bandera en una postal rural cuando mi madre colgaba esas sábanas en el alambre durante los templados veranos de inicios del dos mil.


Todos estos recuerdos son en parte una constancia por mi gusto por la película, que pese a que como niño de tres años no tendría motivos de particular simpatía por mi total desconocimiento del basquetball y sus lógicas, además de mi rechazo a las prácticas deportivas que persiste hasta el día de hoy, cumplia mis expectativas en el cruce de los universos animados con la realidad. Algo que en esa época aún era novedoso y sobre todo para el ojo de espectador de un niño del campo de tres años.


Hoy tengo veintisiete años y sigo vivo, tengo un trabajo de oficina y ya deseche mis sueños infantiles de hacer deportes extremos o ser una estrella de rock (que me atrevería a decir es algo que hoy ni siquiera existe). Es en este contexto que se estrena la secuela de Space Jam: Una nueva era. 


La película, hoy puedo decir con certeza, la vi un sábado en la mañana en la plataforma de HBO MAX. Esto en base a una teoría personal que no viene al caso de que ciertas películas se ven a primera mañana cuando otras se ven al final del día. 

La trama en cuestión gira en torno a Lebron “King” James y la particular relación que tiene con su hijo Dom. Un conflicto generacional clásico entre un Boomer y la hasta ahora vagamente descrita generación Z.

La introducción a este conflicto está historizada desde la propia biografía de Lebron, quien creciendo en un ambiente de carencias, basado en la guía de su entrenador, logró aprender tempranamente los peligros de la alienación asociados a la tecnología y el entretenimiento, en este caso encarnados en un cartucho del videojuego de los Looney Tunes dentro un Gameboy que termina en un basurero.  Siendo la alienación, para Lebron, un instrumento servil a imposibilitar la movilidad de clase de las personas negras, la cual podría alcanzarse sólo por las vías meritocráticas que delimita el mercado a las minorías, como por ejemplo ser un deportista profesional. En Sudamérica, por ejemplo, el chico que crece en un barrio marginal logra superar la pobreza e incluso alcanzar el estatus de millonario volviéndose futbolista.

 Todo esto se complementa con un explícito relato generacional Z vs Boomer. En que el padre trata de inculcar a su hijo nacido y criado en una mansión este obsoleto discurso de la meritocracia, que en el escenario del capitalismo tardío da señales de no poder sostener su coherencia interna. Entendiendo esto, nadie explicó mejor la relación entre raza y patrimonio como Jay Z en The Story of O.J. 


“Financial freedom my only hope

Fuck livin' rich and dyin' broke

I bought some artwork for one million

Two years later, that shit worth two million

Few years later, that shit worth eight million

I can't wait to give this shit to my children”


Siendo el caso de Jay Z, quien compra obras de arte como un patrimonio no devaluable que heredad, similar a lo relatado por Lebron James es que Dom, su hijo, quien no tiene la más mínima conciencia de clase ya que fue criado en el privilegio, reniega de la manera en que su padre construyó su fortuna, negándose a heredar la empresa familiar y decidiendose por el desarrollo de videojuegos como el espacio subjetivo que le permitirá distanciarse de sus referentes y finalmente poder conformarse como un adulto, a diferencia de su hermano, quien aparece brevemente en la película solo dando señales de fracasos y tropiezos ante la desesperada búsqueda de aprobación paterna.


El desarrollo de este conflicto que es en el que se centra la película se desarrolla a través de la inscripción de Dom en un torneo de desarrolladores de videojuegos que coincide con un campamento de basquetbol, al que Lebron tiene intención de inscribirlo desde su constante temor a la pobreza, buscando que sus hijos logren perpetuarse en la clase privilegiada americana con las mismas herramientas con que él logró su ascenso.


De aquí en adelante uno podría pensar que la película podría desarrollarse perfectamente sin la necesidad de patos, conejos o demonios de tasmania. Entonces ¿Cómo entran los Looney Tunes en todo esto?.


2.- Dentro y fuera, cruzado, paso atrás y tiras



“Esto es serio. El hombre algoritmo es una mala persona. Usa tu juego para atrapar a todos aquí/ Él no es malo, solo está triste porque trabaja mucho y nadie le presta atención. Él es como yo”.

Space Jam: Una Nueva era



El conflicto en esta película se inicia curiosamente en base a una propuesta realizada por Warner Brothers a Lebron. Acaban de crear un algoritmo que permite entre otras cosas generar contenido unificado entre todas las licencias que posee la compañía (Matrix, Game of Thrones, DC comics, etc.) y que tendría la capacidad de hacer interactuar una versión digitalizada de Lebron en películas crossover sin que se requiera de la participación de el, sino mediante simulaciones, una vez que vendiese los derechos de imagen.


Lebron, coherente con su relato anti alienante y tecnofobico rechaza tempranamente esta propuesta en una reunión en la que por algún motivo está su hijo, quien luego del despliegue de sus conocimientos tecnológicos rechaza abiertamente al padre permitiéndonos ver, por primera vez en la película, al algoritmo. Este completamente humanizado y encarnado por el actor Don Cheadle bajo el nombre de Al G. Ritmo. 

Lo curioso de este algoritmo es que funciona muy en la clave de antagonistas virtuales clásicos como Hal 9000, de la odisea en el espacio de Kubrick. Odia a los humanos, considera que no recibe el reconocimiento que merece, tiene conciencia y ambición por un mundo donde lo digital se sobreponga a la obsolescencia de la realidad. Es por esto que el algoritmo (Al G. Ritmo) decide rebelarse contra la voluntad humana y secuestrar a Lebron e hijo integrándolos a la máquina. Esto con el fin de hacer uso de la rebeldía adolescente de Dom para enfrentarlo con su padre.

Es curioso, como desde este punto en adelante, la película adquiere el tono tecnofobico, tan rentable y de moda, que persevera en la industria del streaming, incorporando elementos que hemos visto en la serie inglesa Black Mirror o el documental El dilema de las redes sociales.

Finalmente, lo que el algoritmo hace para poder manipular a Dom simplemente es elogiarlo, hacerlo sentir especial, sobrevalorar su opinión e invisibilizar la opinión de los demás. Polarizar de esta manera un conflicto con carácter generacional y ,por sobre todo, alienar a Dom en la relación con su padre cuando la adolescencia muestra sus primeras señas de rebeldía y vulnerabilidad. Logrando, de esta manera, enfrentar a padre e hijo en un duelo que tiene como base el basketball, en que Dom potenciará digitalmente a los amigos de su padre, otros deportistas de élite, convirtiéndolos en monstruos con características sobrehumanas, mientras Lebrón establecerá una alianza con los Looney Tunes, quienes comparten en común la amenaza de la obsolescencia. Básicamente una secuela.

De ahí en adelante simplemente vemos a Dom ser manipulado y caer en las seductoras trampas de la tecnología que lo hacen creer que es un genio mientras demonizan a quienes no comparten su opinión. Por otra parte su padre se encuentra recorriendo el multiverso Warner en busca de cada uno de los integrantes de los Looney Tunes en el ejercicio de placement más grosero que he visto en el último tiempo. 


3.- Oblígalo a ver que eres especial


“Si quieres que tu papá te respete tienes que ganarle en el juego que tú mismo creaste. Los padres no entienden. Ellos entienden solo el poder. Toma el poder y lo obligarás a respetarte. Oblígalo a ver que eres especial”.

Al-G Ritmo a Dom


Hay un momento de la película que llamó particularmente mi atención. En el momento en que ambos equipos se van a enfrentar el algoritmo, como si se tratase de alguna maldición, y luego de acordar que la pérdida del juego implicaría que los Looney tunes fueran borrados de la plataforma de streaming por obsoletos y que Lebron se quedaría dentro de esta para siempre, decide quitarle a estos dibujos su propiedad 2 D y convertirlos en figuras tridimensionales. Algo que Bugs Bunny y compañía viven con horror. Este detalle, quizás menor, será definitorio para entender el final de la película. 

Como es de esperar, esta concluye con un épico partido de basketball entre el equipo Looney/Lebron y el equipo de Dom, el cual realmente es comandado por el algoritmo. 

Es en este evento, que tiene como asistentes a todas las licencias de la marca (Inclusive casos curiosos como Maguila Gorilla, el fantasma del espacio o Pennywise), que el villano muestra su peor cara (porque si, aqui tiene cara), se muestra abiertamente deshonesto y perverso, capaz de distorcionar las reglas del juego a su antojo con el fin de obtener su cometido, ante lo cual Lebron se muestra totalmente incapacitado para contraatacar, hasta que, y a modo de enseñanza, se le plantea de forma epifanica, que el verdadero obstaculo ha sido su exceso de rigor y convición y que para ganar el juego debe entregarse a romper reglas y sobre todo a aceptar la otredad. 

Permitir el proyecto de vida de su hijo y ceder parcialmente a la alienación tecnológica. Este giro del personaje es un éxito instantáneo que lo lleva a un improbable triunfo que acaba con la “muerte” del algoritmo, el retorno de Lebron y Dom al mundo real y la vigencia de los Looney Tunes en la programación.

La pantalla se va a negro. Un corte. Lebron y Dom cruzan la calle con una pelota de basquetbol bajo el brazo camino a inscribirse al campamento de dicho deporte.

El algoritmo destruye familias ha muerto, pero Lebron ha cambiado, en un giro de trama le permite a Dom a inscribirse en el campamento de diseñadores de videojuegos del E3, que pese ha haber sido secuestrados por un videojuego maligno hace un par de días, sigue pareciendo tentador. 

Antes de irse al campamento y luego de que su padre lo liberara de sus ansiedades y temores a la pobreza y le permitiese seguir sus sueños, Dom pide lo dejen llevarse la pelota de basquetbol al campamento. Podemos coexistir, la otredad es posible. 

Lebron vuelve a casa satisfecho, sabiendo que reconstruyó la relación con su hijo. De repente Bugs Bunny aparece en el mundo real, lo abraza y le indica que se va a pasar las vacaciones con él. Curiosamente el Bugs Bunny que ve Lebron es en dos dimensiones como aquel que renegó en su GameBoy infantil. Se puede vivir con la alienante tecnología, solo debemos aprender cómo. Esta se adaptará siempre a nosotros. Suena una canción de rap y se despliegan los créditos.


4.- El derrotismo o la ética


“Por cierto, si alguien acá trabaja en publicidad o marketing, suicidense”

Bill Hicks




La película pasó frente a mis ojos con un dejo de indiferencia. Ocurrió. Pude seguir con mi día como si nunca la hubiese visto. 

Esa tarde se había ampliado el toque de queda que ha sometido a la población chilena a un injustificado control de sus rutinas de ocio, limitando exclusivamente el tiempo en que ya han dejado de producir en sus trabajos y obligandolos a un anticipado encierro. De esto llevamos más de quinientos días. 

Ante la nueva normalidad caracterizada por la represión y el medio de mecanismos tecnológicos de la vigilancia, tales como pases de movilidad, códigos escaneables que dan cuenta de la presencia de vacunas en el cuerpo y otras demostraciones públicas de biopolítica por parte de quienes ejercen el monopolio de la fuerza, la mayoría de los ciudadanos nos vimos celebrando esa primera semana de postergación del toque de queda, incluso considerando que pertenecemos a una primera generación de chilenos que no había crecido en absoluto con este tipo de restricciones. Los chilenos de la posdictadura, crecidos bajo el régimen monárquico de Mario Kreutzberger y su hija Viviana, por sobre la figura del ,en ese entonces, senador Augusto Pinochet.

Esa tarde celebré desde las nueve de la noche, algo impensado hasta la semana anterior, en el Domino en que se entrecruzan Providencia y Manuel Montt, y en una mesa poblada de mechada y completos junto a Guido Arroyo.

Guido había pasado el día en un outlet intentando conseguir zapatillas deportivas, yo en cambio había visto Space Jam acostado. Ante la pregunta por la cotidianidad no tuve más que contar que la película protagonizada por Lebron y Bugs Bunny.  Frente a la pregunta sobre si valía la pena verla me mostré confundido. Aquello que antes fue insignificante hoy era invadido de sentido. Acusé mal placement, porno de nostalgia y otros crímenes que inventamos los snobs, mientras Arroyo replicaba insistentemente “bueno, es una película para niños”. 

Esa frase motivó el inicio de este texto. Abrió un agujero de duda. 

Antes del cierre de la noche Guido me mostró la maqueta de su nuevo libro, “La Música del Hielo”, y al revisar a la rápida sus versos creí encontrar la respuesta a los planteamientos de la nueva secuela de la película de Warner.


El final de la película es abrupto y abierto. Queda en  el espectador presuponer que ocurrirá en el futuro  de Lebrón y Dom pero ideológicamente el filme es persistente en sus planteamientos y es por eso que hay hipótesis que cobran más fuerza que otras.

Es difícil comprender el motivo que impulsa a Dom a persistir en sus deseos de crear videojuegos, luego de literalmente haber sido abducido por un algoritmo que le permitió, de primera fuente, evidenciar la crueldad de la lógica memetica que rige hoy el mundo de la información. Hazte viral o muere y mantente vigente aunque esto implique traicionarse. Esa parece ser la máxima que rige este espacio al que Dom decide voluntariamente volver y eso nos plantea dos posibilidades a mi juicio. 

Una en la que Dom se vuelve un creador de tecnologías éticas, en la lógica del consumo consciente que hoy se ha apoderado del mercado, pero que se resiste en el mundo de las comunicaciones. De ahí la demanda constante a Facebook de cambiar su política de uso de datos, por ejemplo, pero el film no ofrece nada que nos permita suponer esto.  La otra alternativa tiene que ver con una política del derrotismo, Dom entiende que estas lógicas depredatorias y expansivas de la tecnología son inherentes a su esencia, por ende los límites y la responsabilidad en esta relación con las redes sociales, por ejemplo, recaería en exclusiva en el consumidor.
Esta segunda hipótesis coincide a su vez con el regreso de Bugs Bunny al cierre del film. Si bien este personaje encarna una primera manifestación de la alienación tecnológica en la vida de Lebrón, quien decide literalmente arrojar al conejo digitalizado a la basura, luego de la experiencia de inmersión y secuestro por parte del algoritmo decide irse a vivir con él, e inclusive se abrazan en un gesto de reconciliación. 

El algoritmo está muerto y podemos pensar que hoy estamos libres de alienación y podemos darle la bienvenida al conejo en dos dimensiones, abrazar la nostalgia y por supuesto aprender a vivir con la tecnología, que ya está ahí, en todos los planos de vida de las personas. Quizás, una referencia a la retromanía que se ha apoderado del pop.


Me parece curioso como la película renuncia a una de las resoluciones más lógicas al conflicto. El algoritmo muere, Dom se da cuenta de la amenaza alienante de la industria del entretenimiento virtual. Abraza el valor tradicional de la familia y sigue el legado paterno jugando basquetball y quedándose con el recuerdo del mundo Warner. Pero eso ocurre a medias.

Nunca hay un emplazamiento a la industria que construyó este algoritmo, ni a los motivos de su construcción. El film resuelve este problema ante la humanización de los aspectos negativos del marketing. Todo lo antiético y deshonesto ocurre por propia voluntad de este algoritmo antropomorfo. Pero entendemos que en el mundo real esto no es así. 

Los algoritmos responden a las voluntades del mundo del marketing y la industria del entretenimiento ha decidido vendernos las amenazas. 

Documentales como el alarmista y aclamado “El dilema de las redes sociales” (2020), nos advierten de la polarización de la sociedad a causa de estos algoritmos complacientes, que juegan con nuestros egos pero solo con el fin último de incitarnos a construir nuestra subjetividad, a través del consumo de objetos cada día más etéreos. De ahí una generación completa de adultos jóvenes que fantasean con ser influencers y formar parte de este mundo del marketing.  Y eso es porque el futuro para el que fuimos formados, en términos de prepararnos para el mundo laboral y la estructura de la familia tradicional, hoy no existe. Carecemos de proyecto político y ante eso el mercado ofrece objetos de deseo para sobrellevar la carencia. 

Guido Arroyo dice ante esto, de manera mucho más precisa en un verso de “La Música del Hielo”: “El territorio que habitamos en la propaganda no existe”

Dando cuenta de esta advertencia es que pienso en porque ha desaparecido la propuesta de volver al primitivismo en los medios de entretenimiento, cuyo último exponente quizás fue la novela “El club de la Pelea” de Chuck Palahniuk. De ahí en adelante la única alternativa parece ser aprender a vivir con la alienación. 

Quizás por eso hoy celebramos la postergación del toque de queda en Chile. Porque la posibilidad de revelarnos contra la política del control parece haber desaparecido luego de instalar la narrativa pandémica. Discursivamente carecemos hoy de esa posibilidad y es por eso que pensamos antes en responsabilizar a los sujetos por su relación con la tecnología que en establecer límites al marketing. Es por eso que la única discusión, que ha suscitado esta película, es el conflicto Incel de la desexualización de Lola Bunny, conflicto que me he propuesto evitar en este texto porque a mi juicio solo cumple la función de distractor.


* Escribí este texto en 2021 cuando salió Space Jam: Una Nueva Era. Ese mismo año se publicó La musica del Hielo de Guido Arroyo. Al año siguiente LeBron ganó el premio Razzie al Peor Actor por esta película *



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